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Brotando a la acción Por la Vida del Mundo

Por Hermana Kelly Moline, OP

Un manantial se origina cuando el agua que se mueve bajo tierra encuentra una grieta en la superficie y emerge, a veces como un chorrito, a veces solo después de una lluvia, como un flujo continuo. Un manantial se forma cuando la ladera de una colina, el fondo de un valle u otra excavación se cruza con el agua subterránea en o por debajo del nivel subterráneo local, por debajo del cual el material del subsuelo está saturado de agua. Un manantial es el resultado de un acuífero lleno hasta el punto de que el agua se desborda sobre la tierra. La cantidad de agua que fluye de un manantial depende del tamaño de las cavidades debajo, la presión del agua en el acuífero, el tamaño de la oquedad, la cantidad de lluvia.
Muy parecido es el llamado de Dios. La fuerza natural del Espíritu que impulsa, contenida en una corriente subterránea de confianza, ha creado una fuente en el campo (spring-field) verde de la misión de las Dominicas de Springfield: generaciones de hermanas y sus compañeros/as en el ministerio han puesto su energía para servir a Dios y al prójimo durante 150 años.
Liberando nuestros corazones
El llamado al ministerio se nutre de las aguas subterráneas del bautismo y fluye de una sintonía interna con el movimiento del Espíritu.
Las fundadoras de las Hermanas Dominicas de Springfield respondieron afirmativamente al “proyecto de expansión” del Espíritu. Estas siete mujeres confiaron en la providencia fundamental de Dios cuando “invocaron al Espíritu Santo” mie

ntras reflexionaban sobre cómo responder a la noticia de que ya no estaban afiliadas a las Dominicas en Kentucky. Sus reservorios se llenaron con un poco de angustia, una gota de enojo y una oleada de confianza en Dios. Cada hermana “escudriñó su propio corazón, sopesó su propio celo y midió su propia visión” mientras preparaba su decisión. Cada hermana firmó el contrato afirmativamente. A partir de ese momento, el Espíritu y diversas misiones nuevas comenzaron a brotar en variedad de formas en los Estados Unidos y Perú.
Como el agua subterránea que llega a la superficie disolviendo una red de grietas y fisuras, la invitación de Dios amplía la capacidad de nuestro corazón para amar a Cristo, expandiéndose dentro de nosotras para que, llenas hasta rebosar, el amor de Cristo fluya libremente desde DENTRO de nosotras—Por la Vida del Mundo. Esto era algo que el P. Macken de alguna manera lo sabía, y las hermanas pronto lo descubrirían también. Su consentimiento constante y expansivo ha dejado claro el camino para generaciones futuras. Ahora ofrecemos nuestro testimonio de vida en el espíritu de Cristo.
Ya sea que estemos asumiendo nuevos ministerios o expandiendo nuestras mentes, corazones y conciencia, aprendemos la Verdad de que Cristo está presente dentro de nosotras y a nuestro alrededor. Caminamos juntos y juntas en Cristo. De esta manera nos abrimos al encuentro con nosotras mismas y con el mundo.
Mientras tomamos prestado el concepto celta de “espacios delgados” en los que lo temporal y lo eterno se tocan, reflexionemos: cuando nos dispersamos en nuestros ministerios porque hay menos hermanas disponibles para el servicio, ¿Nos fortalecemos más en nuestras relaciones? ¿Es más transparente nuestro servicio, nuestro testimonio y nuestra vida dominicana? Quizás el Espíritu Santo y el diseño de nuestra propia Tierra nos están ayudando a entender: es la corriente subterránea la que afecta el flujo, y el flujo determina la energía que alimenta el manantial.
Así como cada hermana pionera tuvo que “escudriñar su propio corazón, sopesar su propio celo y medir su propia visión” mientras discernía cómo responder con su vida, estamos invitadas a reflexionar en lo profundo de nuestros corazones y escuchar la Verdad que nos habla a cada una de nosotras en el lenguaje único de nuestro corazón.
El impulso del Espíritu Santo, como el agua que brota de un manantial, no siempre es claro. Por lo tanto, confiamos en la profundidad y amplitud de nuestro llamado—la “recarga del reservorio” de la oración, el estudio, la comunidad y el ministerio dominicano—para dar forma a la efusión del manantial que es la Santa Predicación.
Nos mantenemos fieles cuidando del nivel del agua en el reservorio de nuestro corazón para que emerja la gratitud, el compromiso, la determinación y el gozo profundo. Regularmente examinamos nuestra Fuente mientras nos reconectamos con el sonido familiar de la voz de Dios y preparamos nuestro “eco” de oración y servicio.
Viviendo por la Vida del Mundo
El resurgimiento de un manantial está determinado por la recarga del reservorio.
¿Cómo estamos llenando nuestro reservorio y cómo nuestra presencia orante ayuda a otros a llenar el suyo?
¿Ofreciendo tu ayuda en un refugio local para personas sin hogar?
¿Enseñando a leer a una mujer inmigrante para que pueda ayudar a sus hijos con sus tareas?
¿Visitando a un paciente moribundo o animando a una enfermera cansada al final de un largo turno?
¿Escribiendo a tus autoridades del estado?
¿Cuándo fue la última vez que el “confiar en la Providencia de Dios” te ayudó a entrar en acción?
¿De qué manera estamos siendo fieles a llenar, dejarnos llenar y volver a llenar nuestros reservorios y los de nuestro prójimo mientras ofrecemos nuestro testimonio de vida?
Cualquiera que sea tu llamada y respuesta; así fluye la fuente en el campo POR LA VIDA DEL MUNDO.

Hna. Kelly es capellana en el Hospital St. Dominic en Jackson, Mississippi

Hermanas Andrea Smith y Janet Guretz cruzando el río Mantaro en Huari, Perú, 1965.

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